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viernes, 16 de diciembre de 2011

Capítulo 19: ¡Un susto de muerte!

El miércoles llegué a clase con la cara larga y unas ojeras que me llegaban a los pies. No había dormido en toda la noche. Tenía demasiadas cosas en las que pensar y no pude pegar ojo. Se aproximaban los finales, Álex estaba rarísimo y ese mensaje de David. Bah, decidí no darle la menor importancia, me volvió a contestar, diciéndome que le iba a bien, que estaba ocupado estudiando mucho para sacr nota y poder entrar en medicina dentro de un par de cursos.
Anda, qué bien!! Me alegro un montón que tengas claro lo que quieres hacer ^^ Yo no tngo ni ideaaa xDDD Pues suerte con los examenes. :) Un beso!
Y lo dejé ahí. Después de todo, no me había afectado tanto, ¿no? Yo tenía a mi propio príncipe azul, yo tenía a mi Álex. Ese que me hacía suspirar a cada paso que daba. Ese que con sólo mirarme a los ojos, conseguía que el corazón me diera un vuelco mientras suspiraba de felicidad. Ese que con una sonrisa, consiga sacar la mía. Ese que me hacía feliz a cada momento de mi vida.
Pero, pero ahora Álex no estaba a mi lado. En mis momentos de bajón. Álex no estaba desde hacía tiempo, Álex no estaba al cien por cien ahora y yo seguía sin saber qué le ocurría. Anoche me mandó un sms diciéndome que había llegado hacía un rato, pero que había estado cenando y luego terminando el trabajo y no me había podido terminar hasta ahora. Eso era raro en él. Ese no era mi Álex. No sé, a lo mejor era yo, que estaba cansada y estresada con los finales. Le contesté y se lo dije:
Álex, necesito verte. Hace días que no hablamos y parece que hace años. T echo muchísimo de menos, cuando nos vemos? Mañana??? :) tq!!
No me contestó y quise pensar que se había quedado dormido, pero algo me decía que eso no era realmente así. Y me dolía en lo más profundo del alma.
Entré en clase y me senté, recordando, decepcionada que Claudia no venía hoy. Y Ana aún no había llegado. Mientras que colocaba la mochila en el respaldo del asiento y me quitaba el abrigo, pensaba que ojalá Ana viniera hoy, si no, mis historias y yo, estaríamos solos todo el día. No soportaba estar sentada sola en clase, era un rollo. Me aburría muchísimo. Y echaba de menos a las chicas. Me senté rápido y saqué las cosas de matemáticas antes de que llegara la profesora. Eran ya las ocho pasadas y allí no había ni un cristo, es decir, ni Ana, ni Pablo, ni su compañero... Nadie. ¿Qué estaba pasando? Justo en ese momento entró la profesora, y di por hecho de que estaría más sola que nunca todo el día. El día empezaba fenomenal. Y justo cuando me estaba haciendo a la idea de que me quedaba sola durante el resto del día, apareció Pablo por la puerta. Corriendo como un loco, le faltaba el aliento. Vale, había perdido el autobus, fijo. Me empecé a reir por lo bajo. Me alegré de que estuviera él.
-Lidia, perdona, que se ha estropeado el bus y... bueno, que se ha estropeado. ¿Puedo pasar?- y terminó la frase con una sonrisa amable. La profesora sonrió e hizo un gesto, indicándole que pasara. Pablo entró rápidamente y, acto seguido se sentó en el sitio de Claudia, a mi lado.
-¿Y eso? ¿Cómo es que te sientas conmigo?- sonreí sin mucho entusiasmo. Sólo quería gastarle una broma. Pero hoy no estaba el horno para bollos, me sentía débil, será porque no había dormido en toda la noche.
- Es que Rafa no ha venido, y veo que tus queridas compis tampoco, así que tendrás que aguantarma durante seis largas y tortuosas horas-reí con muchas ganas esta vez, pero lo suficiente bajo para que la profesora no me escuchara. Durante tantos años de colegio y risas irrefrenables y sus consecuencias, había aprendido a reirme en un tono por denajo de lo normal. Pablo también rió al verme a mí y me dio una pequeña palmada en la cabeza mientras me decía "cállate, pequeña sin vergüenza". Le devolcía la palmanda en el hombro, bromeando, y le sonreí sin más. Seguidamente me puse a atender en clase. Era un tema facilito. La verdad es que al haber cursado en cuarto de la ESO las mates difíciles, este año me estaban resultando muy sencillas, a pesar de no ser mi gran especialidad. Tomé unos cuantos apuntes y luego, hice un par de ejercicios de factorización, que estaban facilísimos. A Pablo parecían costarle algo más, pero los sacó rápido también.
-Oye, Ali, ¿cuando me piensas ayudar con esto?-dijo mientras señalaba su cuaderno de matemáticas con una mueca de dolor.
-Pues cuando quieras.- pronuncié indiferente, mientras pegaba un post-it en el cuadero aclarando una cosa de la explicación.
-¿Esta tarde puedes?- dijo estas palabras de manera cuidadosa, quedándose un poco paralizado entre palabra y palabra, y luego, volvió a colocar la misma mueca que había puesto antes.
-¿Te parece bien el lunes, cuando terminemos el examen de historia?
-Vale. Terminamos el lunes con historia y empezamos con esto... ¡Vaya paliza!- y al soltar eso, puso una cara de fastidio  total.
-Venga... si ya queda nada. Un mes si acaso. ¡Es el último tirón, Pablitooooo!- exclamé más alto de lo normal y me reia escondiendome detrás de mi cuaderno, poniéndome roja como un tomate, porque me estaban mirando varios compañeros de clase, sorprendidos por mis ganas de risa a primera hora, supongo. Pablo se puso también colorado al escuchar la manera en que lo había llamado y sonrío levemente a la vez que me daba un coscorrón, sin fuera, en la nuca. Pero no dijo nada más. Ambos continuamos nuestros ejercicios, con media sonrisa y azorados como idiotas, bajo la atenta mirada de la profe.
En el momento justo que tocó la campana, Pablo se levantó de su silla y salió al pasillo con otros compañeros de clase con los de los que yo no recordaba ni sus nombres, pero yo me quedé sentada en mi sitio a esperar a que entrara el profesor de filosofía, y mientras tanto saqué mi móvil. Para mi sorpresa, tenía un sms y sí, era de Álex. De mi Álex :)
Princesitaaa:) q tal llevas el día? siento lo de esta semana, de verdad. Prometo recompensarte, te doy mi palabra :D tequiero muchísimo. PDT: yo también te echo muchísimo en falta, pequeña!!!
Consecutivamente, una sonrisa enooorme recorrió mi cara. ¿Volvía todo a su lugar? Tendría que comprobrarlo cuando lo viera, que ni siquiera sabía cuando lo vería, porque ahí no ponía nada de eso. Era increíble el poder que tenía sobre mí. Increíble. Eso no era normal, y yo lo sabía, pero sencillamente, no podía evitarlo. No podía  evitar ser feliz a su lado :)
 Cuando Pablo entró, seguido de los demás compañeros y del profesor de filosofía, guardé rápidamente el móvil en el bolsillo de mi chaqueta, antes de que el profe pudiera verlo. Pablo se volvío a sentar a mi lado y sin más, la clase empezó. Se me pasó rápida, puesto que había estado pensando en mis cosas durante toda la hora. Y mis cosas  sólo se reducen a una cosa: Álex. Bueno, y por supuesto a mis amigas. Y en el gran finde que íbamos a pasar todas juntas. Aiiiish, sólo de pensarmo me volvía loca. ¡Qué ganas!
La mañana pasó de volado. Estar sentada con Pablo fue divertido, más incluso de lo que me esperaba. Era un chico muy divertido y siempre te hacía sacar una sonrisa. El peor momento del día fue la última hora: economía. No soportaba una hora como esa. Y tenía la sensación de que no lo escuchaba nadie, y de que, cuando yo lo hacía, era la única. Era ese típico profesor que se sienta en su silla y no se levanta nada más que cuando termina la hora. Siempre serio, nunca dice nada. Por lo tanto, la hora se pasó entre papelitos con caricaturas del profesor que habíamos hecho entre Pablo y yo. Ambos aburridos como lagartos al sol. Pero, finalmente la clase terminó y salimos como locos.
Bajé con Pablo las escaleras, y una vez abajo, lo perdí de vista, así que salí corriendo yo sola hacia la para del bus. Caminé recto hasta cruzar toda la calle que ocupaba el instituto y giré en la última a la derecha, hasta la parada del bus que se encontraba al final de la avenida. Cuando me estaba aproximando, abrí mi mochila y del bolsillo pequeño saqué mis auriculares. Mientras me sentaba en los bancos de la parada, extraje el móvil del bolsillo de la chaqueta y le conecté los auriculares. Me los coloqué en la oreja y busqué una canción que me apeteciera escuchar. Abrí el reproductor y deslicé el dedo índice al azar, posteriormente lo alcé y el cursor del móvil se paró en "Nobody´s perfect" de Jessie J. Le di al play, mientras pensaba que yo sí que conocía a alguien perfecto. Y tonta de mí, me azoré al descubrirme pensándolo. A lo lejos, divisé el autobus y me levanté, buscando la tarjeta para pagar, pero justo en ese momento sentí cómo unos brazos fuertes envolvian todo mi cuerpo, mientras éste se quedaba paralizado del miedo y mi mente se quedó en blanco completamente. Primero pensé que podía ser un ladrón, así que pensé en darle dinero. Mi corazón se precipitó y sentí cómo un gritito involuntario salió por mi boca inesperadamente. Hice amago de relajarme todo lo que pude y respiré profundamente, probablemente buscando el valor que me faltaba. Y fue entonces cuando me di cuenta. Su perfueme, no era un perfume cualquiera. Me di la vuelta, con menos miedo tal vez, y fue entonces cuando descubrí su rostro sumido en una expresión entre sonrisa y confusión. Y en ese momento no supe si pegarle o besarle hasta que nuestros labios se desgastaran. Álex me arrastró lejos de la parada y me acercó a él.
-Podrías haberme matado, idota. Me has dado el susto más grande de mi vida.- susurré mientras mis ojos iban de sus ojos a sus labios incesantemente.
-Pero ahora estás más viva que nunca. Ahora estarás más atenta a las circunstancias. -sonreía mientras pronunciaba esas palabras, que me parecieron las más hermosas del mundo. Y tras decir eso, sus labios se acercaron a los míos, y me besó dulce, intenso, profundo una, dos y hasta tres veces. Y a medida que me iba besando, sentía un calor más intenso en mi interior. Poco a poco, nos fuimos separando, para evitar el escándalo público. Y en mi cara se plantó una sonrisa que preveía no quitarse jamás.
-Vamos, que te llevo a casa.
-¿ Cómo es que has venido?- pregunté feliz, agarrada de su mano. Su mano, hacía fuerza sobre la mía, como si tuviera miedo a que me perdiera de repente.
-Porque me moría por verte princesa.